Y Vivieron Felices para Siempre
Cuando comienzo a trabajar en consulta de Arquetipos del Amor con alguna persona, le pregunto por qué se quiere relacionar. En general, las respuestas que recibo son bastante similares: ser feliz o sentirme tranquilo.

Buscamos en el otro un soporte que nos apoye a sentirnos más estables y alguien con quien compartir la vida. En nuestra mente, esto se traduce en felicidad. Pero qué pasa si te digo que una relación es un espacio que significa un desafío, que nos coloca en un espacio de vulnerabilidad que nos invita a exponernos, que nos exige la capacidad de entrega, tanto para abrirnos a mostrarnos, como para permitirnos ver y aceptar al otro tal como es...
Desde esa perspectiva la fulana estabilidad (tal y como la percibimos), salió de la ecuación, y nos deja en un ambiente dinámico que sólo simboliza una cosa: VIDA.
Quizás nuestras expectativas nos alejan de la realidad porque queremos alcanzar un ideal inamovible e inalterable. Quedarnos adentro de una cúpula donde nada ni nadie pueda llevarse nuestra ilusión, donde las mariposas se mantengan revoloteando en la barriga una y otra vez, sin parar nunca más. Sin embargo, lo que no pensamos cuando nos aferramos con fuerza a estas fantasías, es todo lo que se estanca, tiende a pudrirse...
Para que una relación sea sostenible en el tiempo, se requiere dinamismo. Para que sea estable, se requiere transformación... ¿Ya viste algún ecosistema estático? Imagina que tus relaciones son como ecosistemas vivos, a veces hay días soleados, a veces hay tormentas, días de lluvia, días nublados, arcoiris, brisa cálida, vientos gélidos y nuevamente días de sol.
Una relación es tan vibrante y estimulante como la vida misma... Y para que se transforme en un espacio en el cual nos sintamos seguros, se requieren tres aspectos:
- Compromiso, para poder caminar de la mano en la travesía y estar dispuestos a superar cualquier desafío y celebrar cualquier alegría. Apoyar y dejarnos ser apoyados (Interdependencia) y trazarnos proyectos en conjunto.
- Cariño, para que el compartir sea gratificante y no solo un deber. Nutrir el corazón con palabras, gestos y acciones, y dejar que nos nutran.
- Deseo, para que la aventura sea apasionante. Encender el fuego y permitir que nos enciendan, requiere responsividad y presencia en cuerpo, corazón y mente.
A lo largo de una relación conoceremos y nos dejaremos conocer, nos encontraremos con aspectos que no nos gustan tanto, aprenderemos a poner algunos límites y a cuidar el vínculo y la intimidad. Puede que cometamos errores y nos hagamos daño, pero también tendremos la oportunidad de reparar, llevándonos a espacio de mayor conexión y autenticidad (así como en el arte japonés del Kintsugi, donde reparan los jarrones rotos con oro en las grietas, tornándolo aún más valioso que al inicio).
Encontrar a una persona que te acompañe en tu caminar te exigirá y te retribuirá. Recuerda esto... No puede venir de un sólo lado el estímulo, para que exista reciprocidad. No todo será perfecto, habrán algunas decepciones... Lo importante es cultivar la escucha activa y estar dispuestos a poder contribuir en las necesidades del otro (dije contribuir, porque también nos corresponde hacer la tarea individual de auto regularnos, para no generar co dependencia).
Se dice que para que pueda surgir la felicidad, es necesario que haya primero aceptación (que no es resignación). Y es que una vez que ponemos pies en tierra y paramos de ensoñar, podemos ser protagonistas de la vida que nos está pasando por el frente, mientras nos alimentábamos de expectativas.
Me gusta la película animada "Shrek" porque muestra una relación real, enseñándonos que nuestro cuento de Hadas no necesita ser "perfecto", necesita ser genuino.
Así que en lugar de aferrarnos al ser felices para siempre... qué tal si nos proponemos a estar conscientes, presentes y a disfrutar del viaje mientras estemos junt@s. Yo misma me relajo mientras escribo esto... ¿Y que sería del amor si no podemos descasar en él? Love,
Y.